domingo, 29 de diciembre de 2013

Sin necesidad ninguna | Opinión | EL PAÍS

Sin necesidad ninguna | Opinión | EL PAÍS

Sin necesidad ninguna

En este tiempo no ha habido ni controversia social ni datos que justifiquen esta revuelta reaccionaria de Gallardón


Entre los chascarrillos que circulan destaco uno en el que se ve la imagen real de la vicepresidenta y del ministro de Justicia ajustándose sus relojes tras un Consejo de Ministros, no justamente el que conoció la ley que regula (otra vez) el aborto. En el diálogo falso que han adosado a esa imagen uno le dice al otro: "¿Sincronizamos?". Y el otro pregunta: "¿Siglo XV?". "¡Enga!", dice con entusiasmo el interpelado.
Ese diálogo no se produjo nunca, pero lo que sí resulta posible es que la política nos cambie de tiempo, hacia atrás. Ahora el Gobierno ha interpretado que hay verdaderas multitudes pidiendo que cumpla uno de los propósitos con los que fue a las urnas. Cargado de razón como un tanque que no conoce cortapisa, el ministro decidió que era 1985, o antes, y fabricó una legislación enrevesada que ha causado asombro en el mundo. Y no porque no se entienda lo que ha hecho, sino porque se ha entendido demasiado bien: ha querido dar marcha atrás para contentar, se supone, a los que se oponen a la ley revisada en 2011 por los socialistas de Zapatero, que a su vez reinterpretaba la ley de 1985 de los socialistas de Felipe; si hubiera seguido dándole a la moviola, hubiera llegado adonde quieren los que apoyan el punto muerto: la España de Franco, que ya sabemos qué color tenía.
En Bajo el volcán, Malcolm Lowry escribe esta frase que me gustaría subrayarle al ministro, tan buen lector: “Hugh saltó al césped por encima del bache; librándose de la mochila, sintió una instantánea turbación que lo paralizó y cierta repugnancia en salir al encuentro del pasado”. Pues es lo que puede haberles ocurrido a muchos españoles que nacieron a la libertad política enla Transición, cuando aquellas libertades que Franco paralizó empezaron a ser exigidas como parte de la reparación que había que hacerle a este país para que regresara a la modernidad después de sus 40 años en plena Edad Media. Demasiada mochila.
Esa ley de 1985 en la que ahora se afirma el ministro, como si quisiera viajar a tiempos mejores, era probablemente lo que entonces se podía hacer, pues la historia se va haciendo, que diría Miguel Hernández, “a dentelladas secas y calientes”. Luego han pasado más cosas en la vida; pero parece que el Gobierno, o al menos el ministro que en esto va por delante, es decir, por detrás, se ha fijado más en lo que dice la Iglesia desde antiguo que en lo que dice la sociedad, incluso su sociedad. En este tiempo, antes de que Gallardón pusiera el reloj en su hora, no ha habido ni controversia social ni datos estadísticos que justifiquen esta revuelta reaccionaria; si el oráculo es la Iglesia, el ministro y quienes tocan el tambor a su alrededor deben recordar cuántas veces, y con qué resultados, la Iglesia se ha equivocado, y ha sido retardataria. La Iglesia y los Estados. Miren: los ingleses acaban de perdonar a un héroe de la guerra mundial al que envenenaron (psicológicamente, no se sabe si físicamente) por ser homosexual; y ya se conocen las desgraciadas historias de Giordano Bruno o de Galileo.
El reloj se pone en hora gobernando a favor del tiempo y no contra el tiempo, porque se corre el riesgo, como escribe Lowry, de sentir esa repugnancia al salir al encuentro del pasado… Gallardón, me temo, se ha dado demasiada prisa para regresar al punto muerto. Su mochila pesa mucho. Como decimos en Canarias, sin necesidad ninguna.
jcruz@elpais.es

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